Su forma, el grosor extra del empeine y los tensores situados bajo el arco del pie se han investigado detenidamente para dirigir la máxima cantidad de potencia producida hasta la pala, sin perder un ápice de comodidad.
Cristales no paralelos longitudinalmente respecto de la cara sino que, partiendo de un concepto sencillo pero innegable, se prolongan hasta situarlos sobre los pómulos, auténtica barrera natural a la visibilidad inferior.